- Anabel Cervantes Alva
Morfeo y la noche
La noche alta caminaba esbelta,
de la mano tomó a Morfeo
quien llorando letras
dibujaba epitafios sobre las piedras morenas.
Caminaron sin rumbo escapando azarosos
de los tormentosos sueños del mundo siniestro.
Corrieron a las calles de los tejados calvos
del orfanato harto de huéspedes flotantes;
y refugiados en las fantasías dulces
de los niños ambulantes,
Morfeo y Nicte,
preparaban felices su telar elegante.
Amaban hilar las olas blancas de manso regocijo,
donde Fe y Esperanza, con su infinita magia
navegaban barcos ficticios.
Inocencia sin atavíos,
recibía del sol su rosado rocío;
Alegría dibujaba mariposas y
esculpía juncos en los campos sombríos;
Paciencia contemplaba serena
el amoroso nido de gorriones y loros
que alimentaban sobrios,
un árbol de arrullos sobre la pradera.
Morfeo y Nicte bailaron su encanto,
bebieron los miedos, cauterizaron heridas;
glasearon con sonrisas las siniestras pesadillas,
disfrutando los mejores sueños,
de Jacobo y Adelina.
Y como cada mañana
al ver del amanecer el paisaje,
acurrucados los ignorados niños,
recordaron alegres los bellos rodajes
que Morfeo colecciona en su bulboso escaparate.